Antecedentes
Antecedentes

Los condominios representan un porcentaje importante del parque habitacional destinado a vivienda social en Chile, estimándose que más de un millón de personas viven en ellos. Sólo en la Región Metropolitana existirían más de 600 mil familias habitando en condominios sociales.
Las políticas destinadas a avanzar en la superación del déficit habitacional, enfrentadas a la escasez y encarecimiento del suelo urbano, provocaron que se privilegiara esta tipología. Sin embargo, los bajos estándares de construcción, el reducido tamaño de las viviendas, las dificultades de convivencia, los obstáculos para la adecuada mantención de los bienes comunes y su extrema segregación urbana, configuraron un cuadro que ha presentado una progresiva y acelerada tendencia al deterioro en este tipo de conjuntos. Esto, se traduce en que la calidad de vida en muchos de los condominios de vivienda social se ha visto profundamente afectada debido a factores, que van desde las condiciones de infraestructura de las naves hasta aspectos relativos a la vida comunitaria.
Una condición común a la gran mayoría de estos conjuntos habitacionales, es que carecen de una organización vecinal adecuada, así como de instrumentos y medios de financiamiento necesarios para realizar una mantención mínima que garantice la seguridad estructural de los edificios, adecuadas condiciones de habitabilidad e higiene, entre otros elementos.

Algunos de los problemas comunes en condominios sociales, son:

Déficit en la calidad constructiva y escasa o nula mantención de los bienes comunes:
Durante muchos años se privilegió la construcción de extensos conjuntos de viviendas sociales que contemplaban entre 30 y 40 m2. por vivienda y muchas veces con muy bajos estándares de construcción. Esto se traduce hoy, en que la mayoría de los condominios presentan graves problemas en su infraestructura, agravados por la falta de mantención que ha sido consecuencia de la mala convivencia y la falta de conocimiento de los propietarios de un mismo terreno. Asimismo, la configuración espacial de los conjuntos genera espacios residuales y lugares con muy poco control, lo que ha transformado estos espacios en lugares abandonados que se pueden transformar en focos de delitos. Los mayores problemas de los condominios se concentran en ampliaciones irregulares, escaleras, techumbres, ventanas y sitios eriazos abandonados.

Dificultades en la convivencia vecinal: Las condiciones de hacinamiento y escasez de espacios comunes provocan que las actividades más cotidianas de los habitantes se transformen en eventuales motivos de conflicto. Acciones que para la ciudadanía en general pueden ser rutinarias y de natural ejercicio, como lo son la tenencia de animales, la limpieza del hogar y el lavado de ropa, los juegos de los niños o diversas celebraciones, en estos reducidos espacios deben ser cuidadosamente planificadas o adecuadas, ya que usualmente provocan problemas entre los vecinos. Además, la constitución artificial de estas comunidades, donde no es esperable un tejido social vigoroso, es un hecho que refuerza este tipo de dificultades. Muchas veces, se trata de familias que ni siquiera compartieron el proceso de postulación o provienen de distintas erradicaciones, posiblemente traumáticas.

Apropiación y uso del espacio común: El deterioro de la vida común tiene como consecuencia directa un abandono del espacio de encuentro y el encierro de las familias en sus departamentos, cultivándose además una desconfianza entre vecinos plasmada en el enrejamiento y la ausencia de asociatividad formal o informal. Sólo se mantienen formas precarias e inestables de acción colectiva, relacionadas con eventos puntuales como festividades o decesos. Es así como el espacio común se deteriora a causa de la falta de mantención, éste deja de ser significativo para los habitantes y queda disponible para otras actividades que pueden significar menoscabo para la calidad de vida común en la población. En este sentido, resulta frecuente el microtráfico y consumo de drogas o alcohol en plazas o sectores mal iluminados, además del uso de los espacios públicos por grupos o pandillas que generan resistencias en el resto de la comunidad.

Vínculo con instituciones: La carencia de organizaciones dificulta la relación entre comunidad y municipios, y al no tener una adecuada gestión de sus intereses en este ámbito ni un flujo de comunicación eficiente se refuerza la desconfianza en el sistema. Pero de manera más directa, el habitar un condominio establece ciertas condiciones en la propiedad que afectan el vínculo con las autoridades. Legalmente, la gestión de los bienes comunes es de exclusiva responsabilidad de los copropietarios. Es decir, alcantarillado, iluminación, áreas verdes, red eléctrica, fachadas, accesos, escaleras, techumbres, rejas y protecciones perimetrales, sede vecinal y equipamiento, entre otros, no son responsabilidad del municipio u otra instancia en su mantención, reparación o restitución, y esta condición de desprotección tiende a generar un rechazo hacia las autoridades por parte de los habitantes. Muchos de ellos ni siquiera entendían la condición de copropietario al recibir el subsidio, por lo que desarrollaron posteriormente un sentimiento de haber sido engañados por las autoridades de vivienda. Así es como se cultiva distancia y desconfianza hacia toda autoridad, profundizando el sentimiento de desprotección.
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